viernes, 7 de abril de 2017

Biblioteca Kafkiana 2



            Título del volumen: El silencio de las sirenas. Escritos y fragmentos póstumos.
            Colección: Contemporánea: “Biblioteca Franz Kafka”.
            Nº 356. 395 pp.
            Debolsillo, Random House Mondadori. Barcelona, 2005.
            El volumen contiene una completa selección de fragmentos y escritos póstumos de Franz Kafka, entre los que destacan: “Preparativos de boda en el campo”, partes de “Descripción de una lucha”, “El maestro de pueblo”, “Durante la construcción de la muralla china”… para un total de ochenta y ocho textos.
            Traductores: Juan José del Solar, Joan Parra Contreras y Adan Kovacsics.         
            El volumen presenta un interesante prólogo a cargo de Jordi Llovet, junto a una utilísima advertencia sobre la edición, y un excelente aparato de notas críticas a cargo del mismo autor. Es una edición realmente notable, más aún porque se presenta en formato de libro bolsillo, exquisitamente editado, manejable, y con una relación calidad-precio sensacional. Forma parte de una magnífica biblioteca kafkiana editada siguiendo las mismas premisas. Estas ediciones han corrido a cargo de Ignacio Echevarría, con gran cuidado y saber hacer, desde luego.
            Las traducciones son más que notables, y la prosa de Kafka brilla en todo su esplendor. Además, se ha conseguido mucha homogeneidad entre los traductores, por lo que los fragmentos se suceden con suavidad, y el resultado es un libro fluido y agradable.

            El acceso a los fragmentos puede resultar un poco complicado, dado que se indexan en función a su primera frase y no al título por el que son conocidos, circunstancia que se aclara en la nota correspondiente a cada texto. Esta minuciosa edición se corresponde con parte del volumen III de la Obra Completa de Kafka publicada por la editorial Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores.

jueves, 6 de abril de 2017

Preparativos de boda en el campo (noticia bibliográfica)


Trayectoria bibliográfica de Preparativos de boda en el campo:
            Título original: Hochzeitsvorbereitungen auf dem Lande.
            Agosto de 1906, primera versión, escrita probablemente tras la estancia de Kafka en el sanatorio de Zuckmantel.
            Antes de julio de 1909, segunda y tercera versión.

            El texto, una vez editado de forma póstuma, se nutre de tres manuscritos, uno de treinta y tres hojas, otro de nueve y un último de tres páginas.

Preparativos de boda en el campo



INACCIÓN, TRANSFORMACIÓN, BILOCACIÓN

Si en Descripción de una lucha nos encontramos con un proto-Kafka que en su texto indaga en las formas de expresión narrativa para, mediante le fórmula de ensayo-error, descartar todo aquello que no funciona —y por eso debe entenderse como un ejercicio de estilo y de ahí su desestructuración—, en Preparativos de boda en el campo, otro proto-texto, el Kafka que se nos muestra es bien diferente. Sin abandonar el estilo de texto de taller, aquí estamos ante un autor mucho más complejo en la narración, atento de forma sistemática, casi maniática, al menor detalle, que nos relata con una precisión microscópica.
            Esta forma de inmersión del protagonista, Eduard Raban, en una corriente de sucesos que presencia como un autómata, y ante los que se comporta con una capacidad de inacción exasperante, ha sido analizada por los estudiosos como una manera de narrar al estilo de Dostoievski, y mucho más en concreto, aún, de Flaubert. Quizás se deba a la influencia de este último escritor sobre Kafka que Preparativos de boda en el campo sea un trabajo mucho más maduro que Descripción de una lucha, aunque haya sido escrito unos pocos años después (tan sólo unos pocos porque, al parecer, las peripecias de Eduard Raban se pergeñaron entre 1908 o 1909, mientras que Descripción de una lucha lo fue entre 1904 y 1907 y, curiosamente, los dos fragmentos habían nacido con intención de ser sendas novelas que finalmente fueron abandonadas). El Kafka de Preparativos de boda en el campo es un autor mucho más preciso y directo en sus intenciones literarias, sin duda espoleado por las lecturas de Flaubert.
            Pero no solo Flaubert: Kleist, Grillparzer (al que Kafka adoraba), Dickens, Walser, Huysmans y Dostoievski, conformaron el estilo del praguense. Sin embargo, el rastro del autor francés parece aquí mucho mayor que el del resto. La educación sentimental de Flaubert se adivina en el fondo de este texto. Además, a Kafka le habían impresionado La tentación de San Antonio y Bouvard y Pécuchet, suficiente material, por tanto, que verter en su escritura. Pero, ¿cómo es Preparativos de boda en el campo?, ¿qué nos presenta?, ¿qué pretende decirnos Kafka con un texto que ya apunta los grandes ejes temáticos de su narrativa posterior?
            Indudablemente, la sensación que obtenemos de Eduard Raban (un nombre con ciertas reminiscencias francesas, flauberianas) es la de un personaje desarraigado. Nótese que lo adjetivo como desarraigado, en ningún caso como incomunicado o aplastado, anulado por la sociedad y el mundo que lo rodea, circunstancia que me sería muy sencilla si con mi estudio me ciñera a esos jirones de una interpretación biográfica que lo identificara con el autor. En efecto, Eduard Raban es un ser desarraigado, en la tradición de una parte de los protagonistas de la literatura en lengua alemana (remontémonos a Werther), y que se hace extensible a la de otros autores de este mismo periodo. Hombres desplazados por el vértigo del mundo que los rodea, además de este Eduard Raban de 1907, por ejemplo: el atribulado estudiante Törless de Robert Musil (1906); el Hans Giebenrath de Bajo las ruedas (1906) de Hermann Hesse; y si lo hacemos extensivo a otras literaturas, José Fernandez de Sotomayor y Andrade, el protagonista de la novela De sobremesa, del colombiano José Asunción Silva, escrita antes de 1896 —aunque publicada póstumamente allá por 1925—.
            Eduard Raban deambula por la narración, como desconectado del mundo que lo rodea y que presencia con la misma frialdad y automatismo con la que, años después, se conducirán Mersault en El extranjero, Bloch en El miedo del portero al penalti o el Jacques Austerlitz de Austerlitz. El origen de ese automatismo, de ese dolor de los sentimientos, de ese daño que les inflige todo lo que les rodea hasta llevarlos a una incomunicación en mayor o menor grado, viene por encontrarse en situaciones de ruptura. Ya sean los personajes antes citados, o los mencionados Törless, Giebenrath y José Fernandez, colocados ante un umbral que separa lo viejo de los nuevo, un orden futuro de un orden caduco, o por el mero cambio de una situación conocida a otra desconocida —y por ende, aterradora—, todo ello, les provoca una incomunicación, una incapacidad de relacionarse con lo nuevo, y por tanto, la inacción.
            La quiebra de un sistema producto de una guerra, el paso de la infancia a la adolescencia y, de esta, al mundo adulto, un cambio de siglo que avecina nuevos tiempos incomprensibles, o la perspectiva de una boda —y aquí retomamos a nuestro kafkiano Eduard Raban—, paralizan de pavor a los actantes de las narraciones. En el caso de Preparativos de boda en el campo nos encontramos con unas características muy notables que hacen de este pasaje algo más que un mero taller de escritura al estilo de la deslavazada y poliédrica, Descripción de una lucha.
            La inacción hamletiana de Eduard Raban: al igual que el personaje de la obra de Shakespeare, que aguarda y aguarda su momento de actuación dilatándola acto tras acto, Raban, como el Príncipe de Dinamarca, se paraliza y duda ante una serie de decisiones inmediatas que debe tomar, y que desembocan, todas ellas, en un viaje al campo en donde lo aguarda su prometida Betty. Evidentemente, la acción más inmediata será la de tomar el tren en la estación, una acción que intenta diluir en el tiempo con una batalla contra el reloj que adquiere tintes hitchcockianos. Es una suerte de cuenta atrás-bomba, como si el horario de partida de ese ferrocarril fuera el instante en el que se detonará la vida de Raban, cubierta para siempre por los escombros de la boda que saldrá a su encuentro.
            Ya desde el inicio de la narración, Eduard se nos presenta paralizado. En pie como un pasmarote con la maleta al lado, que deposita en el suelo, y oculto de la fina lluvia en un portal (que no parece tan terrible como para dejarlo inmóvil, a tenor de la actividad que presencia en la calle). Su mirada es como una cámara de cine, como un gran microscopio realista que describe hasta el menor detalle de lo que ocurre, hasta el punto de hacerse esta visión tan enorme como un muro insalvable. Solo un motor recurrente, el reloj —la angustia de llegar tarde a la estación—, será capaz de movilizarlo, no sin que antes, amparado en un cansancio ancestral, se plantee al posibilidad de esquivar esos “catorce días” que le aguardan en el campo quedándose refugiado en esa desmesurada ciudad que parece cerrarle el paso. Imposible, el reloj es implacable, debe acudir a su cita. Entonces, aparece el recurso que agudiza la incomunicación y el desarraigo del protagonista, que lo convierte en una especie de zombi sentimental.
            El döppelganger insectívoro: el doble fantasmal, tan típico de la narrativa germana, será la solución que Eduard Raban encuentre para dirigirse y arrostrar su destino. En primer lugar, el protagonista se plantea la distinción entre “uno” y “Yo”, en una reflexión que parece más el delirio de un hipocondríaco, dado que presupone una serie de desgracias aparejadas al viaje, incluso que caerá enfermo, como razones de peso para abandonar el proyecto. Pero, sin embargo, unos párrafos después, esa distinción entre “uno” y Yo”, adquiere toda la importancia a pesar de que había sido, aparentemente, formulada con desgana y pronto abandonada ante los males que Raban se imaginaba derivados de la vida en el campo.
            Y he aquí lo más asombroso del fragmento Preparativos de boda en el campo. El “Yo” de Raban, se propone enviar en su lugar al “uno” de Raban; se ha disociado, como si de un gemelo, un Döppelganger vacío de vida y sentimientos se tratase, en una biloación sorprendente. Mucho más sorprendente todavía, cuando afirma que el “Yo”-Raban se quedará en la ciudad, en su casa y en su cuarto, “acostado en la cama” y adoptando la forma de un abejorro, tal vez la de un ciervo volante o de…, en efecto, ¡un escarabajo! Así que, mientras envía un “cuerpo vestido” al encuentro de su novia, ese “uno” que acometerá las tareas desprovisto de emoción hasta el punto de que cualquier suceso, un traspié, o una vacilación, no serán producto del miedo, sino de su “futilidad”, a la par, Eduard Raban, cobijado bajo las mantas de su cama, adoptará la forma de un escarabajo mientras su gemelo, enfrascado en la bilocación, actúe en su lugar.
            Convertido en esa forma “de gran escarabajo”, con las patas apretadas contra su vientre abombado, formulará unas cuantas instrucciones a ese cuerpo duplicado que aguarda al pie de la cama una orden para ponerse en movimiento. Esto es el colmo de la inacción hamletina, y la sublimación de la bilocación.


            Sin embargo, el destino, la predestinación del protagonista que se abalanza sobre su destino indeseado, resultará mayor que su voluntad. Ningún pretexto será válido para diferir su encuentro con el tren que lo llevará hasta el campo (incluso sueña con la posibilidad de equivocarse de tren, algo que no ocurrirá). La realidad opresora le sale al paso y la contempla como alucinado, detenida su mirada en detalles insignificantes mientras la que parece la cáscara de Raban se dirige al campo. ¿Realmente no se ha quedado el escarabajo en la cama de su cuarto?
            Evidentemente, no. Y en cuanto Raban llega al campo, una serie de nimios detalles se le revelan como enormes humillaciones derivadas de su condición, allí, de forastero. Significativo es el detalle de que nadie lo aguarda en la estación. Parece que si se va a casar, el interés por su presencia a tiempo para la boda debería ser algo mayor. Sin embargo, toda una serie de problemas menores, que Raban interpreta y codifica como descomunales contratiempos, salen a su paso, como el mero hecho de tener que tomar el ómnibus.
            Raban, zombie, doble fantasmal, insecto, trinidad kafkiana desprovista de voluntad, ha alcanzado por fin su destino. Un destino en el que no importará a nadie y, lo que resultará aún más desolador, se harán reales todos y cada uno de sus miedos como si esculpidos en mármol.

            Ahora no le queda otra opción a Raban que abalanzarse en brazos de Betty, su novia: en brazos de toda la magnitud de su desgracia.

viernes, 10 de marzo de 2017

viernes, 3 de marzo de 2017

Biblioteca Kafkiana 1




            Título del volumen: En la colonia penitenciaria (In der Strafkolone).

            Colección: “Obras maestras de la literatura contemporánea”.

            Nº 136. 136 pp.

            Seix Barral. Barcelona, 1985.

            El volumen contiene: “En la colonia penitenciaria”, “Una mujercita”, “Josefina la cantora o El pueblo de los ratones”, “De la construcción de la muralla china”, “Descripción de una lucha”, “El rechazo”.

            Traductores: J. R. Wilcok de los tres primeros relatos. Alfredo Pipping y Alejandro Ruiz Guiñazú de los restantes.

 
            El volumen presenta algunos de los principales relatos de la obra de Franz Kafka. En su momento, fue una de las pocas ediciones que incluía la configuración de “Descripción de una lucha” como la hizo Max Brod. El libro pertenece a una legendaria colección de libros muy perseguida por el bibliófilo, con algunos de sus números casi imposibles de encontrar. Diríase que es una colección de culto entre los lectores.

            Sin embargo, el volumen está repleto de erratas, la impresión abigarrada y su letra pequeña dificultan la lectura. La traducción resulta trabada y algo alambicada. Quizás algo mejor, en cuanto a fluidez, la del poeta argentino Juan Rodolfo Wilcok, aunque suena anticuada en algunos aspectos. Aunque no se indica, por los perfiles de los traductores, parece que las traducciones se han realizado desde el alemán.



miércoles, 1 de marzo de 2017

Descripción de una lucha (noticia bibliográfica)




Trayectoria bibliográfica de Descripción de una lucha:

            Título original: Beschreibung eines Kampfes.

            1908, fragmento publicado en el primer número de la revista Hyperion.

            1909, dos fragmentos en el número final de Hyperion.

            1912, fragmentos y reescrituras en Contemplación (Betrachtung), primer libro publicado por Kafka en la editorial Rowohlt Verlag, Leipzig —tirada de 800 ejemplares—.

            1936, versión definitiva editada a cargo de Max Brod en Schocken Verlag, Berlín.

            No son abundantes los estudios ni los análisis en español sobre Descripción de una lucha de Franz Kafka. Al tratarse de un proto-texto, los críticos han preferido centrarse en las obras cumbre del autor, dejando a un lado este relato. Sin embargo, cabe destacar un trabajo:

            “Descripción de una lucha o el compromiso kafkiano con la literatura”, en Mundo Eslavo, nº 2, 2003 (pp. 179-193).

            Este texto también puede encontrarse en:

            1.“El problema de la comunicación y el concepto de realidad en Descripción de una lucha: el compromiso kafkiano con la literatura”, en Sánchez Garay, E., Vanguardias y neovanguardias, México, Plaza & Valdés, 2003 (pp. 57-59).

            2. “Kafka y el cine. La estética de lo kafkiano en el séptimo arte”, en Biblioteca Nueva, Madrid, 2011.


Descripción de una lucha




Una demostración de que es imposible vivir

            Debo reconocer que Descripción de una lucha (Beschreibung eines Kampfes, en su título original en alemán) sigue siendo un enigma para mí. Este breve relato, primera publicación de Kafka, y que apareció en el número inaugural de la revista Hyperion de Franz Blei, es el producto de una tremenda batalla interior de su autor, de un tira y afloja con el texto, al que durante años se enfrentó con intermitencias: Kafka comenzó la historia en 1904 y no la cerró hasta el 1909, y el texto se alargó y achicó pasando de las 110 páginas iniciales hasta las 58 definitivas. Esto muestra su total insatisfacción con lo escrito y, posiblemente, su inseguridad respecto al trabajo literario.

            La extraña fragmentación que presenta Descripción de una lucha no sólo resulta patente en sus reescrituras y en los continuos abandonos y recuperaciones por parte de su autor. Si tratamos de seguir el texto, editorialmente hablando, nos encontramos con dificultades, puesto que después de ese adelanto en Hyperion, otras migajas del relato fueron apareciendo en algunas otras publicaciones. Parece que le debemos a Max Brod la configuración definitiva del trabajo tal y como ahora lo conocemos (sobre el año 1935).

            Un trabajo del profesor Leopoldo La Rubia (véase la siguiente entrada en esta misma bitácora que hace referencia a la noticia bibliográfica de Descripción de una lucha), incide en las influencias que pueden descubrirse en el intrincado relato: un Kafka atravesado por el expresionismo y que aglutina sus tempranas inquietudes filosóficas, lo que cristaliza en un trabajo que mezcla vívidas percepciones de la realidad con momentos de ficción onírica, tal vez un deslizamiento hacia la presencia de mundos paralelos y una extraña reivindicación de la naturaleza o la vida natural en todo su esplendor y poderío.

            Pero… ¿de qué lucha se nos habla en Descripción de una lucha? No puedo evitar dejarme llevar por la personalidad biográfica de Kafka, y cuando digo biográfica me refiero a la máscara del autor que las numerosas biografías han construido: un joven apocado y asustadizo, en permanente conflicto consigo mismo y con todo lo que le rodea… Por tanto, la lucha a la que se refiere será una lucha personal, una batalla individual y privada en donde afloran todas sus inseguridades… y la estructura caótica y el sinsentido serían un reflejo de ese mundo caótico al que se enfrentaba Kafka.

            La narración está escrita en primera persona, y eso degenera, rápidamente, en una identificación de la voz narradora con la del autor. De este modo, al aproximarme al relato cometo dos grandes errores. El primero, que ya he mencionado, es dejarme impregnar del biografismo cuando siempre he abogado por la autonomía del texto literario. Creo firmemente que un escrito puede analizarse exclusivamente por lo que pone en él, por lo que encierra, sin necesidad de buscarle salidas psicológicas o rastros de la vida del autor que cuelguen de las palabras como jirones de carne putrefacta. El segundo error estriba en una confusión entre narrador y autor, un vicio muy habitual en el lector de domingo, si así queremos llamarlo, que cada vez que se topa con un texto en primera persona escucha, de inmediato, al escritor susurrándole al oído sus peripecias cuando, la mayoría de las veces, por no decir que en todas las ocasiones (autobiografías incluidas) esto es un dislate.

            Todos estos condicionantes me llevarían a pensar, automáticamente, que el Kafka más confundido, apocado y torturado, quiere mostrarnos su amargo tránsito en el intento de encontrar una identidad personal que sea producto del roce de su “yo narrador” con un entorno que no solo apenas comprende, sino que le resulta terriblemente hostil. Pero abandonemos esta lectura, dejemos atrás sendos errores, tratemos de reinterpretar Descripción de la lucha según algunos de los parámetros del comparatismo y de la Teoría de la Literatura.

            Entonces, despojados de cargas biográficas y presunciones apriorísticas, sin la mascarada del autor puesta en pie tras innumerables reconstrucciones de su vida, el texto se presenta de una manera bien distinta: un artefacto literario, un mero ejercicio iniciático, un juego primigenio, un balbuceo que muestra lo que el Kafka escritor podrá llegar a ser. Un ejercicio que se enmarca en el seno de las corrientes artísticas y de pensamiento de la época en que se pone en pie, que se nutre y bebe de ellas, y cuyas marcas literarias se albergan en el texto. Eso puede explicar, o al menos aproximar, una visión algo más clara de algunas pequeñas piezas del enigma.



            La primera persona del relato no es una voluntad confesional ni un trasunto del atormentado autor que necesitara gritarle al lector, mediante su trabajo literario, que está soportando una gran incomunicación a causa de sus problemas de identidad y desarraigo. Simplemente es un recurso fácil, si es que en Kafka existe algo sencillo, de escritor primerizo. Como autor, sé muy bien que resulta mucho más sencillo operar en primera persona que en tercera, al menos al principio y cuando no se tienen ciertos resortes narrativos bien afianzados o, simplemente, todavía se desconocen. Numerosos debuts de autores consagrados han venido de la mano de novelas escritas en esa primera persona poco pulida. Los ejemplos están en la cabeza de todos, y no es necesario abundar más en ello, pero quiero incidir en que el resto de las voces de los otros personajes que aparecen en Descripción de una lucha apenas consiguen una autonomía y una personalidad propias, es decir, todas las voces suenan igual, como la del protagonista, y poco importa que sea el Gordo o el Orante quienes se expresen: es el mismo discurso. Creo que esto es una muestra de la bisoñez del autor en esos instantes.

            Por otra parte, nos topamos con esa desmesurada presencia de la naturaleza, precedida de una visión urbana de Praga como ya no aparecerá después en la narrativa de Kafka; los detalles del protagonista que deambula por la ciudad están repletos de señales arquitectónicas, tanto, que se podría trazar un mapa del paseo por las callejuelas y puentes de Praga, circunstancia que se queda huérfana en el resto de las narraciones de Kafka, donde los localizadores geográficos brillan por su ausencia. Esta intención urbana es necesaria para el posterior estallido natural. Y el motivo radica en la utilización de los últimos resquicios románticos por parte del incipiente Franz Kafka como escritor, que se apodera de una especie de falacia patética en el mejor estilo de Goethe en Werther, dado que la ciudad y la naturaleza son meras extensiones de los estados de ánimo del protagonista. El protagonista pasará de lo angustioso, encarcelado en el mundo urbano que se identifica con su ansiedad, a momentos de conocimiento y explosiones del yo que se asocian a rotundos momentos de plenitud en consonancia con la luna, los árboles o el monte. El yo del protagonista experimenta una especie de peregrinación desde lo urbano a lo natural en pos de una afirmación interna que solo será posible inmerso en los paisajes arbóreos, ahí será cuando alcance su máxima expresión, y encuentre una gran paz.

            Por último, el texto es herencia fiel de los movimientos artísticos de la época, esa novelística del cambio de siglo, que acarrea los tics del romanticismo casi periclitado y apunta elementos de fuerza expresionista. El intento expresionista de deformar la realidad bajo un prisma subjetivo contribuye al caos de la estructura narrativa, no exenta de irracionalidad. El absurdo existencial de Kafka en este relato es el producto de todo esto.

            Descripción de una lucha es un ejercicio temprano de estilo de Franz Kafka. Aquí, desarrolla gran parte de sus influencias, intenta algunos recursos narrativos como son los insertos de unas historias dentro de otras al estilo de unas burdas cajas chinas, y se basa en el binomio de experiencia-error para saber lo que funciona y lo que no, literariamente hablando, de cara a futuras composiciones. Es un ensayo general que, sin embargo, sigue albergando muchos misterios para mí, como ese capítulo de tan terrible título: Entretenimientos o demostraciones de que es imposible vivir. Aquí se encuentra el verdadero germen de la novelística de Kafka, y es lo que me llena de dudas y provoca, quizás, que mis razonamientos sobre la anterior aproximación a la interpretación del texto salten por los aires.

            O tal vez no.